7 sept 2009

Confiar en uno mismo  VS  libertad moral para denunciar injusticias

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Se supone que una característica muy conveniente, y bastante habitual en el emprendedor y/o buen líder, es una alta confianza en sí mismo.

Y se supone también que una elevada confianza en uno mismo suele ir acompañada de no sentirse condicionado por reglas ni procedimientos burocráticos, lo cual confiere una especial libertad moral para denunciar determinados procedimientos e injusticias que otros apenas se atreven a sugerir, o directamente ni ven.

Esta libertad moral a la que me refiero muchos de los lectores, igual que yo, la habrán sentido. No es un sentimiento de tipo delictivo o anti-social de estar por encima del bien y del mal, sino todo lo contrario, una especie de cargante capacidad y obligación de ir poniendo todo en su sitio o de clamar justicia. Justicia natural. Al menos, el cese de las injusticias.

Y ahora, comentado esto... cómo se entiende que sea precisamente este colectivo, el de los emprendedores, el de los profesionales con capacidad y motivación, el de los líderes, el de los sacrificados y autoexigentes... el de los que tienen esa elevada confianza en sí mismos que les confiere a su vez esa libertad moral de la que hablamos... ¿cómo se entiende que estén viviendo las mayores injusticias de tipo social, humano, legal, moral y económico -es decir, de casi todo tipo- que existen actualmente en el mundo occidental?

¿Cómo puede ser que los emprendedores, comerciantes y empresas familiares (es decir, el grueso del tejido económico del país) sean el único colectivo que no es sujeto de derechos actualmente, sólo sujeto de obligaciones, deberes y responsabilidades? ¿Cómo siendo además los miembros de este colectivo tan avispados para captar la injusticia o la inmoralidad de una situación, no se rasgan las vestiduras precisamente el estado de aberración moral que viven?

¿Cómo se explica esta curiosísima paradoja?
Aquellos más agudos para captar y reclamar la injusticia, paradójicamente son (y saben que son) víctimas de un sostenido estado de abuso, expolio y desprecio, cuando además esto debería ser exactamente al revés, y deberían ser los sujetos de la comunidad más loables, deseables, subvencionados y protegidos a todos los niveles.

¿Por qué se da esta paradoja tan pintoresca, que parece de película de terror?
Ahí os dejo la reflexión abierta para quien quiera contestar en los comentarios. Yo ya contestaré también.

Un saludo


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