5 sept 2009

Primero un poco de mí

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Hola amigos.

Voy a experimentar con esto del blog. No sé si conseguiré así alcanzar e informar a un número suficiente de personas. Tal vez termine simplemente escribiendo un libro, que es lo que ya hace tiempo que vengo preparando. Pero os adelantaré aquí parte de la información.

Soy empresario. Desde hace bastantes años. No empresario de los de alto copete, que hereda de su padre el 15% del BSCH, y en toda su vida no ve una nómina propia, o un CEO de una compañía cotizada en bolsa. No. Soy un emprendedor. Un autónomo. Un empleador. Un tipo hecho a sí mismo, hijo de padres que se reventaron a trabajar toda la vida, y abuelos que la mayoría de ellos vivieron en y del campo (al menos gran parte de su vida). Creador de PYMES, de tejido empresarial, de empleo, de dinamismo económico, de actividad, de riqueza, de comercio, de PROSPERIDAD y de vida.

Mi padre fue el hombre ese desconocido, que siempre trabajaba. Cuando eres niño piensas que lo que hace tu padre es lo normal. Así que el hecho de que siempre esté o en su trabajo, o en su despacho de casa trabajando más, o comiendo o durmiendo y nada más, pues debe ser lo normal. Ahora veo que no.

Se levantaba a las 8h. todos los días, volvía del trabajo por la noche, se metía de inmediato en su despacho de casa, y seguía ahí trabajando. Nosotros nos íbamos a dormir, y nos dormíamos con el incesante traqueteo de la calculadora esa de rollo de papel, que ahora me doy cuenta de que iba a toda mecha. Él se iba a dormir como a la 1h. Y vuelta a empezar.

Así siempre, de lunes a domingo. El domingo íbamos al campo, eso sí, para cambiar de aires, recargar pilas, y poder enfrentarnos a otra de esas ultra-exigentes semanas renovados (al volver del campo volvía a encerrarse en su despacho volando, eso sí). Y así fue siempre. Sin más. La verdad es que mi padre fue un gran desconocido, y de eso me he dado cuenta de más mayor.

La cara favorable de todo esto es que hemos evolucionado hasta un nivel de vida de clase media-alta acomodada, y eso se nota luego en algunas cosas, formas de hacer, estilos, etc.

A mí me educaron con una tremenda disciplina, bastante neurosis, a los 18 me echaron de casa, aún así estudié 2 carreras y pico, una de ellas Economía, y también parte de Derecho -no seguí Derecho porque al trasladarme de universidad no me aceptaron el traslado de esa carrera, sí de Economía-. Eso sí, compaginando con trabajos y de todo, y terminé de estudiar con 29, y con ayudas familiares, claro. Austeras de narices, pero sufragaron.

Me trasladé a Madrid a terminar la carrera, porque Economía quería hacerla en la Carlos III. Prefiro omitir de momento de dónde provengo. Es de una provincia muy rica de España, en contacto con el Mediterráneo; digamos que lo demás da igual de momento.

Al terminar definitivamente los estudios, empieza el periplo empresarial directamente, ya que desde los 16 había ido teniendo mis rachas de trabajo como empleado, compaginadas part-time o no y full-time, incluso con varios años de trabajo full-time no compaginado con formación académica oficial (sí formación por otras vías, nunca quieto).

Preparo un gigantesco plan de negocio, que era más bien un pequeño libro, de 60 páginas, que era para mis padres, no para el banco. Era una presentación para ellos. Finalmente les convencí, contra todo pronóstico (son muy conservadores, tremendamente aversos al riesgo, y muy del espíritu de "búscate la vida tú"). Tienen 2 propiedades inmobiliarias principales, bastante majas, aparte de pequeñas minucias por ahí, como pequeños terrenos de escaso valor, algún apartamento en poblaciones de escaso valor, etc. Los 2 inmuebles principales son su piso donde viven, y su casa de campo. Ambos una maravilla, y de un valor alto, sin entrar en cifras de salarios de astronauta o de actor de Hollywood. Deciden hipotecar su piso como garantía ante mi banco, para respaldar el proyecto de empresa que le había planteado.

Habían estado toda la vida trabajando, estaban ya haciéndose sus números previos para la jubilación, ése era todo el patrimonio que habían acumulado en una vida que empezó de cero y, trabajando como enanos y privándose de absolutamente todo durante cada hora, día tras día, durante toda una vida de toda una familia, salen unos pequeños ahorros, de los cuales deciden hipotecar esta gran parte.

Esto, desde un punto de vista económico, es un fenómeno maravilloso, que la sociedad mismo debería entusiasmarse con que suceda. Que se invierta en la comunidad. Que la gente comprometa su dinero y su trabajo. ¡NO QUE LO ARRIESGUE! Que lo comprometa. El riesgo debe quedar simplemente al margen de sentido común de un proyecto sensato. A estos individuos, que previamente ahorraron y que ahora deciden no gastárselo en el casino, en un viaje por el espacio, etc., sino invertirlo, y además en procesos productivos para los demás, habría que llevarlos entre algodones. La sociedad tendría que mimarlos y cuidarlos, porque estos individuos son los brotes del árbol. Por ahí crece el árbol.

Pero cuidado amigos, que para eso es este blog. Una cosa es la teoría económica, la teoría empresarial. Lo que estudiasteis, lo que leéis, y lo que la intuición, la motivación y el sentido común os dicta. Y otra cosa es la realidad práctica del ejercicio de tan exigente y absorbente actividad como la empresarial, en el contexto de una determinada comunidad (comunidad no quiere decir comunidad autónoma; me refiero a un conjunto amplio de inviduos con una forma de vida en común - puede ser una ciudad, un país, una provincia, o la Comunidad Europea), así como de las leyes que ha impuesto dicha comunidad a los empresarios, emprendedores y profesionales destacados que quieran ejercer su actividad en dicha comunidad. Cuidado, que aquí está el meollo de la cuestión, y escapa completamente a la previa intuición, y sólo se conoce mediante la posterior experiencia práctica, así como muchísimo análisis de la misma y del entorno, sin lo cual dicha experiencia tampoco se asimila ni interpreta de forma correcta.


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